Solo para Santiagueros

Mi Santiago, mi tierra, la cuatro veces centenaria población de Santiago Papasquiaro. Una vez más se viste de gala a celebrar en lo religioso y lo social la mágica fecha del 22 de julio, se dicen muchas cosas y se especulan diversas razones, se le liga a la imagen milagrosa y venerada de toda la región y el milagro del sudar sangre por la imagen del Santo Entierro, a la costumbre muy castiza de las peregrinaciones por toda la región concluyen ese día, bañados por el arroyo del Tagarete, palabra muy castiza que lo tomo el nombre de un arroyo que procedente de la comarca de Los Alcores (Sevilla) donde se llamaba arroyo de Miraflores, pasa a denominarse así, cuando se aproximaba a Sevilla.

En esta ciudad circula para desembocar en el Río Guadalquivir. Tal vez la hidalguía y la nostalgia influyo en Don Toribio de Nevárez, el fundador en llamarlo así, al caminar por sus típicos portales donde alberga el sabor a un pasado y un presente optimista y pujante, como el carácter de sus pobladores. Y las campanadas del reloj de la iglesia del cuarto para la hora me hacen recordar el paso de las recuas que llegaban a la tienda de Don Manuel, Doña Lupe y Licha, para cargarlas de bultos de harina, azúcar, piloncillo, etc. claro sin olvidarse de las bebidas espirituosas, así gracias a los arrieros que eran la arteria principal para nutrir a la región serrana, hicieron que palpitara fuertemente la economía regional, aún recuerdo el empedrado de sus calles como si un virtuoso con sus habilidosas manos acomodara con simetrías perfecta las piedras y sus principales calles así estaban tapizadas con las manos del artista-obrero y el aroma de la armonía.

Así se caminaba en esos trayectos que nos llevaba hasta el fin de la calzada José Ramón Valdez, donde una pequeña bestia negra con sus silbidos típicos y vapor, y el sonido de los rieles anunciaba la llegada del «rápido» de mediodía donde venían en su vagones atiborrados de los-que se habían desplazado a otros lares, si ya que en esta época la fuertes lluvias cortaban la incipiente carretera que nos unía a la capital de estado, los pequeños arroyuelos cortaban el flujo vehicular y ni siquiera los antiquísimos autobuses Monterrey-Saltillo, o el Ranchero o los «Vargas» podían completar la ruta.

Además el obstáculo principal era la furia con que las voluptuosas aguas del rio Santiago, impedían su paso, ya que el puente sobre el rio era un sueño en esos ayeres, que convertía las orillas del rio punto de reunión para contemplar el majestuoso espectáculo que no regalaba la naturaleza en esos veranos bucólicos del romántico siglo pasado. Y pese a la furia de la madre naturaleza la intención seguía siendo esa, la de reunirse especialmente ese día, en el atrio, para asistir a la peregrinación de la imagen del Santo Entierro, las mujeres con su tez apiñonada y con sus ojos de encanto y su porte elegante eran parte de la escenografía necesaria para comenzar el ritual místico del Santiaguero, y claro la plaza de armas y en su centro el Kiosco donde en su tapanco se encontraba la banda de música la cual entonaban melodiosas piezas musicales claro sin faltar la de la casa, y al final de la jornada los alegres y elegantes lugareños se reunían en el Hotel Jardín, (de mis lindos recuerdos) para una tertulia y bailes bajo el ritmo de la orquesta local de «Los Pinoleros» y finalmente así transcurría ese día cargado de un realismo mágico del Santiaguero.

Era el ensueño de una mitología hecha realidad, pero con la nostalgia versando de aquel Santiago que se nos fue… pero Rico y respetuoso en sus tradiciones y en sus pobladores, ahora vistiendo a la Parroquia de gala extrema, por ser el día del Santo Entierro, el cual sudo sangre ¿por los pecados de habitantes del ahora o del ayer? Y así el santiaguero siente en la sangre que este día es el – del retorno de allá, de acullá y allende la frontera, para revertir las parafernalias de la “diáspora mexicana” contemporánea que hace sangrar a la madre tierra durante muchas generaciones, en fin, solo me resta, trasladarme al “Jardín Juárez” para deleitarme de la gran fiesta de la familia Santiaguera, parafraseando: “Santiago Papasquiaro, en tus noches de luna si vieras que bonito las horas me pase…” Ese inmortal recuerdo que llevo desde cuna y mientras tenga vida jamás te olvidare… “Quid mult “¿Para qué más?

Tomas Bermúdez Izaguirre
Correo electrónico: tomymx@me.com

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